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Arquitectos: Carlos de Riaño Lozano
- Área: 6636 m²
- Año: 2010
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Fotografías:Javier Reina Gutierrez
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Nos encontramos ante uno de los primeros edificios levantados en España para ordenar y acoger la que hasta entonces había sido una venta ambulante de productos perecederos. Coetáneo del sevillano de la Encarnación y del mercado de Puerto Real y anterior a los que a partir de 1840, se construirán en Madrid, Barcelona y Santander. Se trata de un edificio puente entre la plaza abierta y lo que más tarde serán mercados-plazas cubiertas. En un principio resultaba de difícil entendimiento con un macizado interior que copiaba fielmente elementos de la construcción perimetral. Una ascensión a las cubiertas, despejaron todas las dudas a la hora de separar la paja del trigo. La contemplación de las cuatro puertas internas sólo visibles desde la azotea, dieron fechas y autor en un edificio volcado al interior.
Existían dos arquitecturas claramente diferenciadas. Una neoclásica, finalizada en 1838, con autoría de Juan Daura. Otra cuartelaria y mimética, de la mano de Juan Talavera, y fechada en 1929. La segunda ahogaba a la primera e impedía la visión del monumento. En este punto la decisión fué clara, nos quedamos con el perímetro y demolimos el centro. Debe resaltarse la falta de ventilación de la nave y la ausencia de luz natural que obligaba permanentemente a la utilización de luz artificial, con la consiguiente carga calorífica para personas y género.
Se establecieron una serie de premisas obligadas. El edificio antiguo debía respirar y contemplarse en su totalidad. El nuevo, abierto, permeable y transparente, contaría con una similar capacidad al derruido. Un interior luminoso y ventilado ha permitido largas perspectivas y la percepción de columnata y arcos de acceso circundantes.
El edificio histórico fué objeto de una profunda restauración, recuperando las fábricas y elementos de piedra ocultos. Su peristilo interior traslada a los ordenes arcaicos de los templos de Paestum y Agrigento, recuperados unos años antes por John Nash en Londres y posteriormente utilizados por los nórdicos hasta Asplund.
Continúa la idea de mercado abierto, como lo concibieron sus autores Benjumeda y Daura, penetrando la calle en él y saliendo él a la calle, todo posible gracias a las condiciones climáticas de Cádiz.
El encargo se derivó de un concurso restringido entre diez arquitectos, previa fase de méritos, convocado por el Ministerio de Fomento, Dirección General de la Vivienda, la Arquitectura y el Urbanismo, Subdirección General de Arquitectura.
El Mercado ocupa una superficie limitada por la Plaza de la Libertad, calle de Alcalá Galiano y calle de la Libertad, sensiblemente rectangular con unas dimensiones de 106'75 m, 56'00 m, 106'73 m, y 55'78 m., totalizando una superficie en planta de 6.602'93 m2.
El nuevo edificio queda inscrito en el antiguo, con los márgenes suficientes para un fluido diálogo entre las dos arquitecturas. A semejanza de la galería cubierta, un amplio vuelo de hormigón, protege a los puestos exteriores. El esquema de la planta es muy simple.
La nueva disposición de puestos externa e interna, cuenta con dos bloques en sus lados menores, en donde se alojan los núcleos de comunicación con el sótano. Debe mencionarse la duplicidad de varios espacios, para hacer más cómoda la compra, evitando recorridos largos a los clientes. Sobre el nivel de planta baja, se sitúan dos entreplantas diáfanas destinadas a oficinas, cafetería, sala de reuniones y archivo.
Se proyecta una estructura de pantallas de hormigón blanco que actúan como divisorias de los puestos y soportan el vuelo de 3'30 m. Una vez superado el vuelo, de la pantalla arrancan pilares de 60x30 cm., en el mismo tipo de hormigón, sobre los que apoyan jácenas de 130x30 cm., soportando la losa de cubierta.
El cuerpo superior que destaca sobre la marquesina de borde se recubre con una piel de lamas de vidrio serigrafiado fijas a 45º y con una dimensión aproximada por unidad de 180x30 cm., montadas sobre una subestructura metálica tubular de acero inoxidable AISI 316. Se ha optado por una solución en vidrio por su transparencia, que permite una amplia visión del edificio histórico y dota al nuevo de la necesaria ligereza, facilitando una permanente ventilación del espacio interior.
Hormigón blanco y vidrio, con un estudiado diseño de los puestos según necesidades del cliente, conviven perfectamente con la piedra ostionera que reviste partes del edificio antiguo, antes todo cubierto por capas de enfoscado, pintura y alicatados.